jueves, 27 de enero de 2011

El encuentro, o un intento de peinarse

Las cosas con gancho suelen llamarse así porque son pegadizas, se te quedan en la memoria, llaman la atención y pueden incluso desquiciarte. Basándose en esa suposición, Jimmy estaba peinándose, o al menos estaba pasando lo que sin duda era un peine por lo que podría pasar por hebras amarillas increíblemente lacias, fruto de no haber visto el sol en más tiempo del que es recomendable.
El día parecía magnífico, de esos en los que grupos de muchachos con bicicletas antiguas enfilan una pendiente de carretera mientras mueven al unísono las cabezas siguiendo el hilo de una animada melodía, para poder pasar la tarde en el barco de un señor mayor (en apariencia respetable) que antes de ir a la quiebra y tener que vender su propiedad les metería en mil y una aventuras casi suicidas, de las que todos saldrían con algunos valores morales aprendidos y ninguna conclusión razonable acerca de no hablar con desconocidos. Era lo que suele denominarse como "verano". Lo de "azul" fue un arranque de ingeniosidad publicitaria.
Sin embargo, y nuevamente, no era un día cualquiera para Jimmy. Esto no se debía únicamente a que estaba realizando una tarea de demolición en su pelo, sino que se debía a una Persona. Algo asombroso tratándose de Jimmy, es que era una Persona* de verdad. No estaba seguro de cómo le había ocurrido algo así, al fin y al cabo en su maravillosamente planificada vida no había lugar para las sorpresas, pero había conocido a "alguien", y no era otro cibernauta, ni fruto del modafilino (había tanto de esa sustancia en el cuerpo de Jimmy que para no dormir ahora sólo tenía que concentrarse). Esta vez era alguien de verdad.
Su primer encuentro fue en el último día de la vieja vida de Jimmy, memorable ocasión en la que dejó de lavarse los dientes. Como tantas otras personas en el día de la graduación, Ella se había girado con una expresión que denotaba sorpresa, admiración y no poco asco. Con ese magnífico sexto sentido que todo friqui achaca a la Fuerza, Jimmy se había girado y había cruzado una mirada breve pero intensa con Ella. Breve debido a que aquel día andaba por allí (igual que por todas partes) la organización misteriosa que provoca que en todas las persecuciones haya un cristal en medio de un camino estrecho, tenía en el punto de mira a Jimmy, y le hizo caer al suelo violentamente. Por eso también fue intensa.
Ella, movida por un conmovedor pero poco recomendable instinto humano, se había acercado a Jimmy y había pedido una ambulancia mientras sostenía su mano, algo que hubiese considerado muy digno de recordar si hubiera estado consciente.
Ahora, iba a encontrarse con ella.

*Persona: suele denominarse así a aquel tipo de humanoide que presenta las extremidades comunes, variables en número, de la especie humana. Suelen tener un molesto aprecio unos por otros (lo que les conduce a guerras) y un mayor aprecio por si mísmos (lo que les conduce a siglos de esclavitud, más guerras, suicidios, huelgas y más guerras). Tienden (irónicamente) a considerarse una especie avanzada, evolucionada y civilizada.

miércoles, 19 de enero de 2011

Jimmy, o un chico normal

La mañana amaneció soleada. Era lo que en un principio tiende a considerarse como preludio de un buen día. Sin embargo, la vida es impredecible, y de la misma forma que tratar de abrir un bote de mermelada con los dientes es una tontería, decir "hoy va a ser un día perfecto", también lo es.
            Jimmy sabía todas estas cosas. De hecho, tenía en su habitación un póster con las leyes de Murphy, así como cierto número de amuletos para prevenir la mala suerte. Siempre evitaba las escaleras, los gatos negros, procubara evitar echarse sal en las comidas y nunca manipulaba objetos pesados delante de un espejo. Era lo que se dice maniático. Él prefería el término precavido.
            Aquel era el último día de instituto, y sabía que se estaba levantando para dirigirse a la graduación y a una vida nueva, llena exactamente de los mismos ingredientes que habían compuesto su vida hasta entonces... Sólo que ahora lo iba a llamar universidad. Decían que aquello incluía chicas. Prefería no pensarlo, o se le revolvería el estómago y los restos de su bocadillo de tofu acabarían en el suelo. No le hacía ninguna ilusión cambiar de vida. La suya era perfectamente cómoda, y llevaba tiempo amoldado a ella. Pero sabía que tenía que cambiar.
            Había decidido empezar el último día de instituto con el primer cambio radical en su vida, porque le gustaba creer que era algo sutil e irónico. No se había lavado los dientes. Al lector ocasional podrá parecerle una nimiedad, pero lo cierto es que aquello cambiaría (un poco a la larga, eso sí) la vida de Jimmy. Para empezar las chicas se fijarían en él (por su mal aliento), y él se fijaría en las chicas que se fijasen en él, lo que acabaría resultando en un millar de rechazos hasta encontrar a la chica de sus sueños. Pero, bueno, por alguna parte había que empezar.
            Entró en el baño, aún adormilado.Se puso las gafas para sus ojos verdes de miope, se peinó el pelo rubio hacia arriba, intentó afeitarse y se colocó un poco de espuma en las heridas que dejó la cuchilla. Se puso su camiseta y sus pantalones favoritos, que había dejado encima del bidé, sobre su cuerpo blanco y delgaducho, fruto de largas horas de entrenamiento frente al ordenador. Por último, miró fijamente su reflejo en el espejo del cuarto de baño... Y dejó de lado el cepillo de dientes.
            Aquél iba a ser un gran día en su vida. Nunca lo olvidarían ni él ni el olfato de muchas personas más. Pero por algo se empieza.