miércoles, 9 de febrero de 2011

¿Alquimistas?¡Alquimistas!

Spiff había conseguido embotellar la Verdad. Después de horas de esfuerzo y diversas y continuas explosiones asociadas a trabajar con frascos de cristal de cuerpo deformado y con espirales, había conseguido aislar la Verdad en un frasco. Sólo estaba ligeramente defraudado, y era por el hecho de que se le había olvidado decir "Eureka" cuando lo consiguió. De todas formas, pensó, la gente entenderá que es un poco difícil concentrarse en expresiones que suenen a descubrimiento cuando si no prestas atención el mayor resto que descubrirán de tí es una uña.
Pensaba en esto mientras agitaba el delgado tubo de cristal tapado un corcho, tal y como dictan las normas del gremio de alquimistas. En el interior del tubo se movía lo que parecía una pequeña nube de gas. Lo que podía apreciarse al cabo de unos segundos de observamiento, es que el gas no se movía en el mismo sentido en el que lo agitaba Spiff, sino que describía una lenta espiral en sentido contrario al movimiento de la mano de éste. Si además de observador, uno era de oído fino, podía oír como una especie de vocecilla refunfuñando, del que de vez en cuando se podían entender frases "...mil años...bfbgnnn...estúpido...bnnggnn....no sabe donde se mete..."
Ajeno por completo a esto (años de alquimia dejan al oído de cualquiera para al arrastre, motivo por el cual sus conciertos tenían fama de ser los de mayor volumen en decibelios), Spiff se dirigió a la salida del sótano, o más bien al agujero que había en la pared este. Ese agujero se debía a que para ser alquimista también había que ser ágil, y uno de sus experimentos había acabado en esa pared en un lanzamiento excepcional.*
Ya en la calle, media después y de camino a la Casa del Gremio, gracias a sus hiperdesarrollados sentidos se dio cuenta de un hecho inquietante. estaba solo. Esto en sí no era mucha novedad. La tendencia a que lo que contiene líquidos y se pueda mezclar para poco después estallar cerca de ti, pues como que no ayuda a hacer muchos amigos. Lo inquietante de verdad es que estaba solo LITERALMENTE. No había un alma por las calles de la ciudad, ni siquiera el típico gato que sale corrriendo por un callejón oscuro al darse la vuelta el protagonista, ninguno de esos indicios de presencia humana...o de ningún tipo de presencia en general. Ese silencio tan particular contribuyó a que esta vez sí que se diera cuenta de que la nube de gas del frasquito que llevaba en la mano se dirigía a él.
-Psst. Hey, tú. El sincejas. ¿Querrías hacerme un poquito de caso, por favor?
-Ehmmmm....-titubeó Spiff.
-Mejor aún, hazme caso y estate calladito.
-Una nube de gas no habla...
-Y la Verdad no debería embotellarse ¿sabes?
-Ya bueno-recuperó el alquimista algo de aplomo-, pero eso es irrelevante ahora. A mí me gustaría saber porque no hay nadie por aquí. Si me he dado mi ducha semanal hace dos días...
-Mira chato-le replicó la Verdad-aqui donde me ves, no es por ser pretenciosa, pero soy la causante de todo. ¿Sabes lo que has hecho embotellándome, so estúpido?
-Pues....yo pretendía solamente dar un buen uso a la Verdad y....
-Ya, pues lo único que has conseguido es alterar la Realidad. Como has embotellado a moi, la Verdad no existe para el resto,
 de personas, y por la tanto no se puede saber si es verdad que tú, este mundo, los dioses y demás cosas existen también. Además, la verdad la forman muchas cosas: nobleza de sentimientos y de carácter, resolución, valentíaEEEEHHH!!!
-¡Menos ínfulas!-soltó Spiff mientras agitaba el frasco-Que bien que te escondes cuando quieres. Yo lo que quiero saber es como volver a la normalidad.
-mgrmgrmdnfnfññ.....stúpido....Pues es muy fácil. Quita el taponcete ese, y todo volverá a la normalidad.
-Pero, ¿y mi descubrimiento?
-M'hijito, ya deberías haber aprendido algo con todo esto...
-Si, ya lo sé, si se agita, burbujea y...
-¡No, eso no, imbécil!-gritó con su voz aflautada la Verdad-Me refería al hecho de que la Verdad ha de ser libre, para encontrar su propio camino...
-Muy poético.
-Idiota. Pues liberarme es la única solución posible.
-Tá bien....
Spiff acercó sus manos al tapón, y cerrando los ojos para evitar posibles fragmentos de metralla, lo quitó de golpe. Lo siguiente que supo fue que estaba tirado en el barro porque le había arrollado un carro lleno de melones.
-¡Gilipollas!-gritó la dulce carretera.
Spiff cayó en la cuenta de que la Verdad había echo honor a su nombre. Y que sin ella, estaba solo y desamparado. No había que aislarla, porque sino el mundo sería un poco peor de lo que ya era. En fin. De todas formas, decidió probar suerte echando mano los melones, porque tanto diálogo le había dado hambre...


*La regla era: si está en calma, tranquilo; si burbujea, prepárate para salir corriendo; si burbujea, se agita y emite un silbido agudo, lánzalo lo más lejos que puedas y emprende la carrera en dirección contraria al lanzamiento. Puede que los alquimistas estuviesen sordos como ladrillos, pero nadie les ganaba en un partido de béisbol. Nadie.


El título de este relato hace referencia a la obra de Terry Pratchett "¿Guardias?¡Guardias!", una obra genial y magnífica que me sirvió de inspiración para varios relatos. Os la recomiendo. ¡Cuidaos vueza ezencia e vuesas cejas!

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